¿Ves al hombre de la azotea? Un tumulto enfurecido le persigue. Él los llama fantasmas.
Hace unas semanas, tras demasiado tiempo sintiendo su presencia, por fin consiguió verlos, y para su sorpresa eran muy parecidos a los humanos, prácticamente iguales, con las mismas fortalezas y debilidades.
Los oye, están cerca, le están buscando, esos fantasmas son listos y por mucho que intente despistarlos, parece que siempre le acaban encontrando.
– Pero, ¿qué quieren? Se pregunta desesperado.
Ante él un edificio gemelo. Sólo un estrecho tablón separa las dos azoteas. Mira atrás sabiendo lo que ahí le espera, mira hacia delante sabiendo que, al menos de momento, esa es su salvación y finalmente mira hacia abajo, ahí está el peligro, ahí está el único motivo para no subirse al tablón y salvar su vida.
– Ya está, tengo que decidir.
Pero no se decide, y los fantasmas cada vez están más cerca. Sigue mirando hacia abajo.
– ¿Por qué sigo mirando si ya sé lo que hay? Tengo que hacerlo, tengo que hacerlo, tengo que hacerlo…
Y lo hace, da el primer paso con la vista al frente, da el segundo, calculo que serán unos 20 pasos, piensa, y da el tercero… y cuando alcanza la mitad, esa vieja necesidad de revisar lo que perfectamente sabe que no ha cambiado, le hace mirar hacia abajo, pierde el equilibrio. Los fantasmas ya han llegado y asisten al espectáculo confiados, nunca lo conseguirás, le dicen.
El momento es crítico, abre los brazos en busca del equilibrio perdido, abre una pierna porque con los brazos no es suficiente. Los fantasmas se frotan las manos, ven su victoria cerca, nadie escapa de nosotros, piensan. Pero algo pasa, el hombre de la azotea, que ahora es el del tablón, mira al frente y ve los 10 pasos que le aproximan al edificio que tiene delante. Apoya el pie que estaba en el aire, respira, y simplemente camina. Ha llegado. La azotea del edificio que antes parecía lejano, ahora está bajo sus pies.
Se toma unos segundos para asimilar todo lo sucedido y súbitamente recuerda que tiene que retirar el tablón antes de que los fantasmas lo utilicen, se gira dispuesto a ello pero ¿para qué? Los fantasmas de los que huía no están, ¿existieron alguna vez?
Amaia González.
Coach con PNL.
amaia@coachingdelmarketing.com