El mundo está triste, las personas sonríen poco y a lo largo del día oímos más quejas que agradecimientos. Hace poco vi un cartel de un malabarista en el Casco Viejo de Bilbao que decía: “solo pido una sonrisa, que últimamente escasean.” Estoy totalmente de acuerdo con este artista.
Puede que esta sea solo una percepción personal pero creo firmemente que el motivo de base de esa infelicidad es la falta de libertad, o mejor dicho, la sensación de falta de libertad. Digo sensación porque en realidad todos somos libres, solo que nos hemos creído, por el estilo de vida en el que estamos inmersos, que no lo somos.
Cuando hablo de libertad, hablo de capacidad para dirigir nuestra vida, de libertad de elección sobre nuestras grandes o pequeñas acciones y emociones.
¿Cuántas veces has sentido frustración porque tu jefe no te da los días de vacaciones que quieres? ¿Has sentido enfado o tristeza por estar haciendo algo que a tu pareja le apetece pero a ti no? ¿Y por hacer lo que tus padres quieren?
Esas emociones son normales, al fin y al cabo, ¿a quién le gusta tener una cadena en el tobillo?
Pues tengo una buena noticia: nadie es dueño de tus decisiones ni de tu vida (si nos ponemos estrictos, casi ni nosotros mismos lo somos, pero este es un tema relacionado con el inconsciente y los estímulos externos en el que hoy no vamos a entrar).
Lo sabías, ¿verdad? Seguramente lo habías oído un montón de veces pero entonces, ¿por qué sigues así? ¿Por qué dejas que las decisiones que solo benefician a otros, dominen tu vida? ¿No será que estás poniendo excusas porque en realidad te encuentras cómod@ culpando a los demás de tus problemas? No sé, yo sólo pregunto…
Sabemos que somos felices cuando tomamos nuestras propias decisiones, cuando proyectamos aquello que realmente queremos. Es más, hay estudios que dicen que somos tan felices o incluso más cuando planeamos algo que cuando lo realizamos, el libro de Eduard Punset, “El viaje a la felicidad”, nos habla de esto.
¿Sabías que una de las bases de la depresión es la sensación de ausencia de control? Cuando sentimos que nuestra vida se nos escapa de las manos, que está manejada por elementos externos, nos sentimos como barcos a la deriva a merced de las inclemencias del clima.
¿Cómo consigo que esa sensación desaparezca?
Lo primero y más importante es responsabilizarte de cada cosa que sucede en tu mundo. Cuando tienes un problema, ¿acaso no estás tú allí? ¿Crees realmente que eres ajeno a lo que te pasa? Esto no significa que te culpabilices, nada más lejos, significa que puedes analizar cada situación y ver en qué medida has contribuido a que esta suceda, porque te aseguro que en mayor o menor medida tienes un papel dentro de ella.
Tomar conciencia de la responsabilidad que tenemos en nuestros problemas nos da la libertad de cambiar esa parte para que ese problema no se repita; cambia uno de los factores de la operación y el resultado será diferente.
Permitidme que os ponga un ejemplo:
“No doy con una normal”. Esto fue lo que me dijo un amigo hace unas semanas después de contarme que había vivido una vez más la misma situación de siempre con otra chica diferente.
La situación a la que se refería era la siguiente: había conocido a una chica que acababa de salir de una relación larga y aunque se habían atraído mutuamente y parecía que habían conectado, ella no tenía las cosas claras y la relación no siguió adelante. Esto, a mi amigo, al que le apetece tener una relación estable, le generó frustración.
Aquí la pregunta es: ¿por qué siempre te pasa lo mismo? ¿De verdad crees que esa situación repetida aparece por casualidad y que tú no tienes nada que ver? ¿Por qué les culpas a ellas?
Si te responsabilizas de tus actos y de las decisiones que tomas, podrás analizar el por qué de las consecuencias posteriores y podrás cambiar ese factor que te conduce a situaciones que te hacen sufrir.
En definitiva la libertad es eso; la posibilidad de elegir por qué camino ir, qué quieres vivir y sobre todo, cómo lo quieres vivir. Sabemos que hay situaciones duras que requieren de un esfuerzo extra pero aún en una situación extrema, eres libre de elegir tu estado emocional. Y si no, que se lo pregunten a personas como Nelson Mandela o Victor Frankl, uno de los supervivientes de los campos de concentración Nazis.